Preciso, sagaz, Rafael
Peralta Romero ama el reto. Hace suyo el
espacio en blanco y lo construye. En ese
oficio ignora confines. Cuenta, pauta y
deslumbra. Suelta las amarras. Arma el escenario. Espabila la inventiva, templa sus palabras preferidas. Y la historia real y genuina se hace para
siempre posible. Cuenta para los niños,
para los jóvenes, para los mayores.
Cuenta corto, cuenta largo, con manifiesta intención de convocar. Si ha de asustar, asusta. Si cabe la provocación, provoca. Hace reír
cuando toca reír. Afinca y avanza. Sin noñerias, sin repugnancias, sin
pesimismo, se alza chispeante su prosa.
Ajena a cabos sueltos, se enseñorea en el salobre territorio de los
recuerdos y la fantasía, como en el caso de esta fecha especial, a los pies
mismos del mar.
De agua clara, de arena
tibia, de magia y espuma, la narrativa de Rafael Peralta Romero transforma lo
cotidiano. Torna lo sencillo en una
experiencia para compartir, en una ocasión irrepetible por la ruta del destino
memorable. Su palabra certera dispara su
desbordante gozo de contar, para espigar su propia esencia y conectar con la
vida de manera muy singular.
Un ejercicio muy lúcido,
muy puntual, en horario de luna y sol, le sirve de tinglado a su arte de
escribir. Su factura limpia, irrenunciablemente pulida, airosa, tiene
arquitectura de estilo, con curiosidad de mañana que asoma en la cama del mar
amigo. Rafael Peralta Romero construye,
deconstruye y reconstruye, cara a cara a la imaginación y la realidad, al mito
y la verdad para endosar el mundo presente, el que fue y el que vendrá, el que
nos reúne y une. Proclama la suya de
literatura dominicana y universal, de hoy y después.
Agradezco emocionada esta
tarde de invierno sub-tropical que nos ha traído a la vetusta casa de la
Academia Dominicana de la Lengua por convocatoria de A la orilla de la mar, que
ha sabido valerse de su titulo sugerente y hermoso. ¿A la orilla de la mar? ¿De qué mar?
El de Miches, sede de la nostalgia del amigo Rafael y puerta atlántica a
la esperanza azul de muchos dominicanos.
Deliciosa marina travesía
esta, cobijada en la amistad con la naturaleza amable y el viento bueno en la
playa del recuerdo, que al atardecer se pinta de fulgurante costa del
imaginario. Esta última obra de Rafael
Peralta Romero, que agrupa diez textos fascinantes, tiene además el apoyo
precioso de Ana Maria Cöen, una celebrante de todos los tonos de la acuarela,
quien aparentemente también ha descubierto los secretos del mar con el mismo
fervor que el de las cayenas y palmeras, aves y nubes del cielo.
Qué magnifico inicio es
Boquita para invitar a descubrir los encantos de A la orilla de la mar. Hasta me enseñó –confieso que lo desconocía-
el grave asunto de la paternidad irresponsable de los maqueyes, dolorosa realidad
que se suma a la vida de transeúnte, de nómada histórico del maquey. Boquita, desconchado, transita por los
peligros de la vida, hasta que finalmente pudo escapar de la tristeza, gracias
a un niño de mar.
En el pueblo de Los
Uveros no quedó duda de que el mal puede ser derrotado. Tenía que ser así en los dominios del abuelo,
donde reina su ejemplo, su cariño, su palabra, como voz clara de la
autenticidad de la nación dominicana.
Esa complicidad con el abuelo es de hierro, vale decir, imbatible,
aunque su textura sea la ternura.
Mediopeje es propiamente
un monologo, tremendamente actual, donde triunfa, porque tiene que triunfar, el
ser sobre el tener. Cuenta de una
realidad inevitable, en un inventario de dones y certezas donde se sobrepone la
fuerza del pensamiento agudo, salpicado de sutil humor.
Día de San Juan, es
retrato del amor al terruño, a los antecesores, privilegiada geografía de
preguntas y respuestas, a la vera de la tradición que se pierde
empalidecida.
La espuma del centollo,
Un loco en Cocoloco, El singular viaje del intrépido Caribe, alucinante
trayecto encima de una ballena del pez que al final prefirió regresar a las
aguas tibias del sol, de los afectos y del español, son otras más de las
historias de Rafael. Se suman El día que
la mar se echó para atrás, como un gato cuando encrespa el lomo, La cangreja
triste, crustácea contadora de visiones y relatos, salvada por tinos del
destino y El carro submarino, donde nueva vez la figura del abuelo se eleva en
protagónica camaradería.
Asertivo, con gracia
omnipresente de diáfano humor, Rafael Peralta Romero en cada una de estas
historias engancha directo con el lector, desde el más joven al de largos años.
Le invita cálidamente, con el anzuelo de sus preguntas y exclamaciones, a sumar
su propio parecer, a ser proactivo, de la mano con el autor. Mientras, su innegable oficio de narrador
exhibe un equipaje de norte irrehuible, siempre desprovisto de remiendos,
enemigo de titubeos, dueño victorioso del ritmo narrativo que nunca pierde ni
se arremolina. La literatura para niños
y jóvenes de Rafael Peralta Romero es reivindicativa. Nos da raíces, nos levanta en alas. País el suyo de cimbreantes cocoteros, del
abuelo y luz rutilante, de tradiciones y amistad, de peces y cangrejos y, más
aún, de futuro que, como el mar, desde el horizonte, puede deslizarse hasta
llegar a nuestros pies.
La palabra escribe la
historia. Escrita está a la orilla de la
mar. En expresión de Liliana Bodoc,
autora argentina, “la palabra es fundamento de la condición humana. Hay que volver a apasionarse con las palabras:
las palabras pronunciadas, las palabras escritas, el origen de las palabras, el
cambio de las palabras, la mentira de las palabras. En realidad estamos hechos
de eso, en gran medida.” No puede
existir la vida, digo yo…“la buena literatura”, dice ella, “sin lo
indispensable, volver a enamorarnos de nuestra lengua y de nuestras palabras.”
Rafael Peralta Romero lo sabe, lo trabaja y lo pregona.
Con ocasión de la puesta en circulación de
“A la orilla de la mar”
el 17 de enero de 2012
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